Los niños agresivos ¿nacen o se hacen?

niños agresivos

Es importante enseñar a nuestros hijos a reconocer y validar sus emociones para que sean conscientes de cómo deben actuar con los demás

De acuerdo con el diccionario de la Lengua Española, una conducta “agresiva” es la que tiende a la violencia, y violento es quien se deja llevar por la ira. 

La ira, es una de las emociones básicas, una de las más comunes y frecuentes que se manifiesta en una amplia gama de matices: desde la antipatía, desprecio o impotencia, hasta el enfado, cólera o rencor. En el “Universo de las Emociones” se explica que “la ira es una reacción de irritación, furia o cólera desencadenada por la indignación y el enojo de sentir vulnerados nuestros derechos… se genera cuando tenemos la sensación de haber sido perjudicados… se desencadena ante situaciones que son valoradas como injustas o que atentan contra los valores morales y la libertad personal”. 

Los estudiosos de las emociones afirman que la ira, como cualquier otra emoción, es perfectamente válida; es una respuesta que tenemos ante situaciones injustas, cuando nos sentimos perjudicados, cuando las cosas no salen como queremos, cuando nos sentimos en riesgo, o incluso cuando nos sentimos tratados de forma diferente a como creemos que debemos ser tratados; por lo tanto, la ira, es necesaria e incluso, puede ser buena, lo que no es bueno es la manera como solemos responder cuando nos sentimos afectados.

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La ira, como todas las emociones, es parte de nuestro repertorio de emociones de nacimiento; sin embargo, la forma de reaccionar y responder –aunque en un principio son innatas– las vamos moldeando a través del aprendizaje, principalmente del que vivimos en nuestro entorno inmediato.

En otras palabras, aunque nacemos con “ira”, dentro de nuestro elenco de emociones, aprendemos a usar las respuestas agresivas, cuando no sabemos cómo gestionarla.

Por lo tanto, un niño que responde con conductas agresivas, puede ser, hasta cierto punto normal cuando es muy pequeño; pero si esta respuesta no es canalizada y orientada oportunamente, dará como resultado que el niño adopte las conductas agresivas como un medio cómodo, efectivo y fácil de responder, independientemente de que con ello provoque daño físico o emocional a los demás… y lo que es peor, seguirá con estas prácticas de adulto.

Una importante proporción de los problemas de agresividad en niños mayores e incluso en adultos, podría evitarse si los padres y maestros intervenimos oportunamente y brindamos estrategias para aprender a gestionarla, sin negarla.

Para ello, me permito proponer algunas líneas de reflexión:

La ira, como ya comentamos, es una emoción natural al ser humano, mientras que la agresión es un acto intencionado a través del cual se busca hacer daño a otro.  Si en lugar de ayudar a un niño a gestionar su ira, se refuerza –intencionada o no intencionadamente– el niño aprende a usar las respuestas violentas como un medio para obtener lo que desea. Es importante enseñarles que es totalmente válido enojarse, pero no es válido agredir a otros cuando siente su molestia o indignación.

Sin embargo, cuando vemos conductas agresivas intensas o frecuentes, pueden ser signos de sentimientos ocultos que el niño no está sabiendo manejar, por lo que habría que observar e investigar qué pudiera estar sucediendo, para ayudarlo a trabajar con la fuente real de la frustración.

Si la agresión es aprendida, debemos estar atentos a los estímulos a la agresión en el entorno: ¿qué programas ven los niños?, ¿juegan videojuegos con alto contenido de violencia?, ¿cómo es su entorno?, ¿cómo resolvemos los adultos nuestras situaciones injustas? La exposición a entornos violentos, aunque sean ficticios (como los videojuegos o los programas), y sobre todo, sin adecuada supervisión, facilitan que las respuestas agresivas o violentas se normalicen, por lo que es importante cuidar lo que nuestros niños ven, escuchan y viven, sobre todo en las etapas tempranas de la niñez; una importante recomendación será limitar los videojuegos y programas de contenido violento, pues  cuando el niño pasa mucho tiempo en contacto con ellos, su cerebro sigue trabajando en la misma intensidad aún después de suspenderlo; fomentar, en su lugar actividades que estimulen la imaginación, la creatividad y el intercambio social con otros niños.

Sin embargo, lo más importante es darles a los niños estrategias para aceptar y gestionar su ira, para lo cual comparto las siguientes recomendaciones:

  1. Conocerla. Que los niños “conozcan” la ira y sus manifestaciones; saber que es una emoción de supervivencia que nos puede ayudar a aprender a defendernos ante situaciones injustas o que nos hagan daño, y que tiene una amplia gama de niveles; que aprendan a identificarla, ponerle nombre y reconocer qué situación es la que la detona.
  2. Aceptarla. No “pelearnos” en contra de lo que sentimos, aceptarlo.
  3. Gestionarla.  Aceptarla y dejarnos llevar por ella son dos asuntos diferentes; hay que reconocerla y saber qué situación la detona, pero también es necesario aprender a canalizar las reacciones de manera que nuestra respuesta no lastime a otros (y/o a nosotros mismos) y nos haga sentir bien y bajo control.  

Lo primero que nos ayuda es ponerle palabras; platicar con alguien de confianza cómo nos sentimos y qué lo originó; desahogarnos. Si los niños son pequeños, puede ayudar a que hagan un dibujo de cómo se sienten.

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También nos ayuda a respirar, relajarse o meditar para liberar la mente y cuerpo de la intensidad del sentimiento y centrarnos en el tiempo presente. Una vez que hayamos liberado la presión, podremos encontrar maneras más adecuadas de responder.

  1. Responder. Una vez que hemos descargado la presión que la emoción ejerce en nuestra mente y cuerpo en el momento, podremos encontrar formas más creativas y asertivas para responder.
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En conclusión, la ira es una emoción inherente al ser humano, pero la violencia y agresividad son respuestas que vamos aprendiendo; sin negar las situaciones que nos indignan, frustran o alteran, siempre habrá diferentes maneras de responder; pero para encontrar la mejor opción, es fundamental darnos previamente un espacio para respirar y despresurizar. 

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