En la cosmogonía azteca, los quinametzin habitaron en la era de Atonatiuh, el Sol de agua en la mitología mexica, que concluyó con inundaciones.
Luego de la conquista, se hallaron huesos muy grandes. Un relato del fraile Andrés de Olmos, famoso por su labor como filólogo del náhuatl, huasteco y totonaco, cuenta que en el palacio del primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, se encontraron huesos de un pie humano donde cada dedo medía casi la palma de una mano.
Investigaciones posteriores indican que los quinametzin fueron destruidos por un grupo de mercaderes provenientes de la costa quienes lucharon por el poder y la tierra que ellos habitaron.
Hasta ahora no se conocen casos de grupos enteros que tuvieran ese patrón en su estatura. Los huesos hallados por conquistadores en Tlaxcala y por De Olmos en el palacio del virrey Mendoza eran de animales, solo que la paleontología del siglo XVI no estaba tan adelantada para darse cuenta que no eran fósiles humanos.