Entre la “involución” y los “pasquines inmundos”: el día a día en Palacio Nacional

Solo unos días después del pasado 7 de junio, cuando se celebró el Día de la Libertad de Expresión, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en su tradicional “mañanera”, tuvo a bien señalar que Carmen Aristegui está “involucionando”, esto ante sus últimas notas que al titular del ejecutivo federal para nada le han gustado.

Aprovechó para recordar que Aristegui se había formado con Pedro Ferriz, como si el pasado profesional fuera algo malo, barriendo de paso con otro periodista, el mismo Ferriz. Hago un paréntesis, si se trata de recordar pasados, estaría interesante que López Obrador nos hablara del suyo.

Sobre los ataques de palabras del presidente de México hacia Aristegui, hace semanas también señaló que le producía “pena ajena”; tal como lo ha hecho prácticamente desde el arranque de su administración en contra de Carlos Loret, quien ha publicado múltiples casos documentados de la corrupción de la alta
burocracia federal, así como de algunos familiares del inquilino de Palacio Nacional.

A Loret no lo baja de “mentiroso”, de “vendido”, incluso mostró sus ingresos legales, con la intención de atacarlo, justo después de que se publicara el reportaje sobre la “Casa de Houston”, en donde vive del hijo mayor del presidente.

Y así, a quien no le gusta qué y cómo publica, sin el menor empacho, los ataca, los considera “conservadores” o “neoliberales”, o peor aún como al periódico Reforma, que hasta lo ha llegado a llamar “pasquín inmundo”.

López Obrador es un personaje que, si la nota es positiva, la celebra, si no, sencillamente la desmiente y critica el origen poniendo calificativos, a pesar de que muchas de estas notas se derivan de información verificada.

Sumado a eso, asegura que desde la época en la que gobernaba Francisco I. Madero, ningún presidente había sido tan atacado por la prensa; pero se le olvida que justo es el papel de la prensa: decir la verdad, aunque sea incómoda; la libertad de expresión y de prensa es lo más sagrado que tenemos, con esto se consolida toda democracia.

Mi frase favorita es la del filósofo francés Voltaire: que decía: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tú derecho a decirlo”.

¿Sabía Usted que tan solo en el sexenio de López Obrador, van más de 150 periodistas y activistas asesinados? ¿Y que más del 90% de los terribles casos quedan en total impunidad?; esto según datos de la misma Secretaría de Gobernación.

En esto deberíamos estar trabajando todos; sociedad y gobierno, en esto el presidente debe de estar concentrado y no defendiéndose de notas supuestamente conservadoras. Tampoco descarto que algunos periodistas difamen, pero para eso están las leyes, que sea por la vía legal, no la del ataque frontal.

Finalmente, soy de la idea que, si la máxima autoridad desde el púlpito presidencial “ataca” y ofende a los periodistas, se manda un mal ejemplo a la sociedad en general y esto hace aún más riesgosa la labor periodística. Marquemos muy bien la línea, una cosa es el derecho de réplica y otra es “darse vuelo” en contra de la Libertad de Expresión con todo el peso del Estado.

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