LA CIENCIA REDUCE LA FRONTERA CON EL MUNDO ANIMAL

Curiosamente, con el paso de los siglos se observa cada vez más; aunque todavía de manera marginal, es creciente la tendencia a humanizar los animales para dejar de matarlos.

En ese camino, la ciencia ha hecho mucho al generar un volumen de conocimiento que no hace otra cosa que ratificar a Darwin en el sentido de que todas las especies están emparentadas por un mismo origen; se han acumulado hasta el hartazgo evidencias de que nadie está en ninguna cúspide. Es que, sí, el ser humano no tiene nada que le sea tan exclusivo. ¿Lenguaje? Muchos animales poseen sistemas de comunicación. ¿Cultura? Se encontraron rasgos culturales en poblaciones de simios.

De a poco, como desperezándose del sueño del ser humano como rey de la creación, la certeza de que no hay tanta distancia entre humanos y animales comienza a crecer y a derramar consecuencias sobre ámbitos sociales.

Cualquiera diría que el chimpancé es demasiado parecido al ser humano, lo cual es indudable; pero el asunto es que hay también ejemplos de transmisión de información y resolución de conflictos a través de la comprensión (y no meramente el azar o la conducta ciega) en aves como los cuervos, e incluso en invertebrados como el pulpo. Por no mencionar a hormigas y abejas, que se comportan en ocasiones como si fueran un solo superorganismo en sus nidos y panales.

Cada vez resulta más evidente que no somos excepcionales y que esa creencia es un residuo de soberbia: así lo piensa el etólogo Ricardo Ferrari, integrante de la cátedra de Bienestar Animal de la Facultad de Veterinaria de la UBA.