El pasado fin de semana, el partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, acudió a las urnas para renovar su Congreso Nacional y con ello, darle paso a su vida interna, con rumbo a las elecciones del 2024.
El presidente de ese partido, Mario Delgado, advirtió que no se iba a permitir acarreo, ni compra de votos, pues eso pertenece a las prácticas de “otros” partidos; partiendo de que su movimiento comenzó como un proyecto de “renovación” nacional, y que uno de sus objetivos sería acabar con las viejas prácticas del “viejo régimen” y “transformar” la vida pública del país.
Sin embargo, lo que sucedió el fin de semana, dista mucho de ese discurso y estuvo lleno, de prácticas corporativistas y del uso faccioso de las instituciones para sus propios fines. Hubo acarreo, uso de programas sociales, compra y coacción de voto, robo e incendio de urnas, promesas de que la gente que votara iba a ser parte de un programa social, violencia y un sinfín de irregularidades que fueron denunciadas, hasta por la propia gente ha sido parte de la fundación institucional de este movimiento como partido político.
Morena permitió que cualquier persona que quisiera formar parte de esta elección, pudiera hacerlo, incluso aquellos, que han pertenecido a la afamada “mafia del poder”. Hubo candidatos a consejeros que representan las peores prácticas de la vida pública nacional. Operaron gobernadores, presidentes municipales, diputados, entre otros, que tenían el objetivo de ser parte de la toma de decisiones del partido con más poder en la actualidad. La pregunta es: ¿De dónde salió el dinero para todo esto? Creo que la respuesta, la conocemos todas y todos.
¿Acaso esto no representa una contradicción de aquello que prometieron erradicar? Lograr cerca de 3 millones de votos, a costa de integrar a personas que son ajenas a su movimiento, con la única finalidad de “mostrar músculo”, me parece que es una traición a todas aquellas personas que votaron por ellos en 2018, con la “esperanza” de un “cambio verdadero”. Esto no representa una transformación de la vida pública nacional, esto representa más de lo mismo y de las mismas recetas que hemos visto a lo largo de la historia política de nuestro país para acceder al poder.
La renovación pública nacional, no puede recaer en un sólo hombre, debe de nacer de la ciudadanía organizada, que entiende que, en su proactividad, está el rumbo de un mejor país.
Generemos conversación, hagamos ciudadanía…
Hasta la próxima…
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