

Desde el momento que te vi sentí un cauce enternecedor; siempre acompañado,
sin estar buscando me elegiste a mí, reconfortante y halagador,
juegos, paseos y seguía encantado.
Ha pasado el tiempo y entendí
que habías perdido la cabellera y el color, que se había alentado tu motor,
que tu voz era difusa, tenía distintos acabados, pero siento que la vida no es justa,
aun así, te quedaban días, no debiste morir atropellado.
El que era un día de paseo
se convirtió en la ocasión para cruzar al otro lado.